domingo, 31 de octubre de 2010

Laico misionero

                 Otro aspecto que merita ser ponderado en este joven montevideano es su fuerte sentido de misión. Quiero hacer referencia a ello buceando cuidadosamente  entre los escritos y testimonios de quienes lo conocieron y recogieron sus ideas.
                Walter amaba a Cristo y quería darlo a conocer y amar. Es por eso que no dudó un instante en alistarse en un grupo misionero.
                 Había su colegio dos bandos misionales y él animaba a uno de ellos. Entre las tareas propias de este grupo una de ellas consistía en recolectar limosnas para las misiones.
                Se cuenta que cuando recogía bastante dinero  se ponía muy contento y le  informaba al grupo: "Hoy tenemos un capital en el tesoro de la misiones". Y cuando las limosnas eran escasas  para no desmotivar a sus compañeros  dejaba caer las pocas monedas y sonriendo les decía, según expresión de la época, "estamos patos". Pero no se dejaba  por ello amedrentar  sino que enseguida se las ingeniaba para continuar la tarea de la evangelización.


                Es significativo el episodio  en el cual persuadió a un compañero que se había apartado de la práctica sacramental  Así lo cuentan un testigo.
"Salíamos de una reunión. Chango y otros. Con nosotros iba  un compañero de colegio que tenía por motivo de orgullo asegurar que no comulgaba ni confesaba desde hace dos años atrás".  Prosigue el documento: "Entonces Chango comenzó a hablarle y a tratar de volverlo al redil de Cristo, con tanto empeño, que más parecía un director espiritual que un estudiante".
                Era tan grande el amor de Walter por Jesús Eucaristía que sus compañeros del colegio de La Sagrada Familia se sentían motivados por su sincera piedad. Uno de ellos escribió: “Llenaba de admiración el verlo en la Capilla, y nos estimulaba al fervor cuando oía misa, y especialmente cuando iba y volvía de comulgar”.
                Testimoniaba a Cristo con sus palabras y con su ejemplo. Solía visitar a sus compañeros enfermos, tratándolos con fraternal caridad. Le disgustaban las murmuraciones y como buen amigo no permitía la difamación de nadie, desenado siempre lo mejor para todos sus compañeros.
                Era alegre y disfrutaba mucho jugando al futbol en especial cuando iba de campamento con su colegio. Pasó cuatro vacaciones en la Floresta y dos en Piriápolis.  
                Su vida espiritual se desarrollaba bajo el manto de María. En la Basílica de la Aguada formaba parte del  grupo “Inmaculada Concepción y San Estanislao de Koska”. Walter rezaba diariamente el rosario y dormía con el arrollado en su brazo.



 

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